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Individualidad y pacto

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“El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo” (Friedrich Nietzsche) En 1860, una de las primeras defensoras de los derechos de las mujeres, Elizabeth Cady Staton, afirmó en un discurso en la American Anti-Slavery Society que “hay una clase de matrimonio que aún no se ha intentado, la del contrato entre partes iguales que lleve a una vida de igualdad, con iguales restricciones y privilegios para ambas partes”. Con estas palabras, ya en esa temprana época, esta autora dejaba en evidencia un gran problema en las relaciones matrimoniales, los contratos o matrimonios pactados, habitualmente se hacían en función del varón y no de la mujer. De hecho, muchas autoras sostenían que el matrimonio, tal como estaba concebido, era una institución en la que sólo una parte, el marido, ejercía un poder similar al de esclavista sobre su espos

Los niños y la muerte


Al visitar una biblioteca universitaria cualquiera o a una librería especializada y revisar la sección de psiquiatría, psicología o educación, se ven cientos de libros sobre los más diversos temas. No obstante, sobre otros como el tema de la muerte y su enfrentamiento, no hay nada o hay tan poco que parece insignificante. Eso muestra una tendencia muy humana: se suele huir de aquello que no es agradable y que de algún modo causa conflicto.

La muerte, una realidad de la vida

La muerte existe y no hay ninguna posibilidad de eludir enfrentarla. Al contrario, cuando menos se hable de la muerte, más conflicto produce a quienes de pronto se ven confrontados con el hecho de la pérdida de un ser querido incluso, una mascota.
Elizabeth Kübler-Ross, la psiquiatra suiza que instaló el tema en la conciencia contemporánea, le llama a la muerte “una realidad de la vida”. Su concepción es razonable: todo ser vivo debe enfrentarse a la muerte, quiera o no, es parte de la existencia.
En su libro Los niños y la muerte, la Dra. Kübler-Ross llama la atención que si se observa una biblioteca de medicina estas están “atiborradas de centenares de libros sobre embarazo, parto, nacimientos en casa, niños que nacen muertos, cesáreas, alimentación para las embarazadas, la diferencia entre amamantar y alimentar al recién nacido con productos lácteos del mercado, y sobre todos los aspectos imaginables en torno a la concepción, al desarrollo del futuro ser humano en el útero y finalmente su alumbramiento”.
Con todo, no se encuentra nada sobre las situaciones traumáticas que sin duda enfrentará el infante; nada prepara a los padres para los momentos dolorosos, menos para la muerte. Es como si nadie pensara que aquello puede ocurrirle, por lo tanto, optan por callar, suponiendo que el silencio no los obligará a hablar de algo tan doloroso. Sin embargo, es una forma de autoengaño prepararse para tantos eventos, importantes, olvidando uno que no se puede soslayar: la muerte. La última realidad, pero que no deja de estar presente.

Niños y adultos frente a la muerte

Los niños y los adultos viven la muerte de manera diferente, no sólo por la edad y la comprensión que tienen del mundo, sino porque perciben la ausencia de una manera distinta.
En muchas ocasiones los adultos enfrentan el tema del dolor de la pérdida de la muerte como un evento desgarrador, y con su actitud destemplada, afectan negativamente a los más pequeños que no entienden realmente lo que está pasando.
A veces, los adultos cometen el error de dejar a un lado a los más pequeños, como si su dolor no importara o fuera menos trascendente que el de los adultos, cuando en realidad sufren, especialmente porque no entienden lo que ocurre.

Errores comunes al hablar sobre la muerte a los niños

  • Esquivar el tema. Esto puede ser por dos razones, por negación, por no aceptar lo que está sucediendo o por temor al no saber exactamente qué decir. Sin embargo, especialmente en niños mayores de 5 años, no explicarles es exponerlos a una de las secuelas comunes en esa etapa que es generar sentimientos de culpa en el niño al no entender a cabalidad lo que ocurre.
  • Dar explicaciones sin sentido. Los adultos, con la mejor intención elaboran respuestas que pueden ser entendidas, probablemente, por un adulto, pero para un niño son tomadas de manera literal. Decirle “está dormido(a)” es exponer al niño a que en lo sucesivo tenga miedo a dormir, por miedo a “quedarse dormido” de la misma manera en que lo hizo la persona. “Se ha ido al cielo”, por mucho que alguien tenga una creencia en ese sentido, simplemente, le dará al niño motivos para tener temor “del cielo”. “Dios se lo ha llevado”, explicación muy común en ambientes religiosos, pero que pone a los niños en una situación de amargura, en este caso con la divinidad.
  • Impedir que expresen emoción. Muchas veces, temiendo que los niños puedan exagerar o ser reprimidos por su propio dolor, se les impide expresar sus emociones, lo que resulta dañino porque aunque no entiendan completamente, comprenden la ausencia.
  • No dejarlo participar en el sepelio. Muchas veces los adultos, con un mal entendido dejo de protección, pretenden que el niño no participe en las exequias por temor a que haga preguntas o que sea dañado por lo que ocurre. La realidad, es que la no participación lo daña más.

Enfrentar lo inevitable

Guste o no, la muerte es inevitable, y las familias con hijos, en más de alguna ocasión tendrán que enfrentar el tema. Eludirlo es nefasto para el desarrollo emocional de los niños. Hablar de la muerte con los niños no sólo es sano también cura temores y evita conflictos posteriores.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Se prohíbe la reproducción total o parcial del presente 
artículo sin la autorización expresa del autor.
Originalmente publicado en Suite 101

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