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Individualidad y pacto

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“El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo” (Friedrich Nietzsche) En 1860, una de las primeras defensoras de los derechos de las mujeres, Elizabeth Cady Staton, afirmó en un discurso en la American Anti-Slavery Society que “hay una clase de matrimonio que aún no se ha intentado, la del contrato entre partes iguales que lleve a una vida de igualdad, con iguales restricciones y privilegios para ambas partes”. Con estas palabras, ya en esa temprana época, esta autora dejaba en evidencia un gran problema en las relaciones matrimoniales, los contratos o matrimonios pactados, habitualmente se hacían en función del varón y no de la mujer. De hecho, muchas autoras sostenían que el matrimonio, tal como estaba concebido, era una institución en la que sólo una parte, el marido, ejercía un poder similar al de esclavista sobre su espos

Abuso, pareja y judaísmo, una relación antigua


Naomi Graetz (Judaism Confronts Wifebeating: Silence is Deadly) de la Universidad Ben Gurion, en Negev, Israel, ha probado que entre quienes realizan una lectura patriarcal de los textos judíos sagrados (Biblia hebrea, Mishná y Talmud) se tiende a violentar a las mujeres, esto mismo se observa en el tratamiento de justicia que es aplicado en los tribunales religiosos de Israel, que maltratan a la mujer en base a una interpretación masculinizante de los escritos sacros.

No se realizan las lapidaciones de antaño, pero se utilizan otros tipos de castigo, que en muchos sentidos, recuerdan la más cerrada interpretación patriarcal de algunos textos bíblicos. Uno de los que se utiliza está escrito en el libro de Deuteronomio.

Un ejemplo de abuso y pareja en el judaísmo

En el judaísmo históricamente se ha considerado a la mujer subsidiaria del varón. Algunos pasajes del Antiguo Testamento parecen dar pie para dicha interpretación y costumbre tan acendrada entre grupos religiosos más ortodoxos (no sostienen lo mismo grupos judíos contemporáneos).

Por ejemplo en Deuteronomio 22:23-30, dice: “Si en una ciudad se encuentra casualmente un hombre con una joven virgen, ya comprometida para casarse, y se acuesta con ella, llevarán a ambos a la puerta de la ciudad y los apedrearán hasta matarlos; a la joven, por no gritar pidiendo ayuda a los de la ciudad, y al hombre, por deshonrar a la prometida de su prójimo. Así extirparás el mal que haya en medio de ti. Pero si un hombre se encuentra en el campo con una joven comprometida para casarse, y la viola, solo morirá el hombre que forzó a la joven a acostarse con él. A ella no le harás nada, pues ella no cometió ningún pecado que merezca la muerte. Este caso es como el de quien ataca y mata a su prójimo: el hombre encontró a la joven en el campo y, aunque ella hubiera gritado, no habría habido quien la rescatara. Si un hombre se encuentra casualmente con una joven virgen que no esté comprometida para casarse, y la obliga a acostarse con él, y son sorprendidos, el hombre le pagará al padre de la joven cincuenta monedas de plata, y además se casará con la joven por haberla deshonrado. En toda su vida no podrá divorciarse de ella”.

En el primer caso, una mujer violada en una ciudad, es condenada a muerte ella junto a su abusador, por “no gritar”, eso supone consentimiento, o alguna forma de acuerdo, lo que la hace cómplice. Sin embargo, nada dice el texto sobre alguien que es más fuerte, una persona que amenaza con un arma o que extorsiona, es simplemente condenada sin lugar a ninguna excepción, mostrando la mayor arbitrariedad ante un hecho tan deleznable como la violación.

En el segundo caso, una mujer violada en el campo, se salva de ser asesinada solo si está comprometida. En ese caso, se la considera inocente, pero solo por estar “comprometida”, expresión que no significa lo mismo en la sociedad occidental, puesto que en dicho contexto, implica “haber sido entregada a alguien como bien”, en otras palabras, el violador muere, solo porque ha dañado la propiedad ajena, la de su prójimo varón.

En el tercer caso, que parece ser sacado de alguna película de terror, una mujer es violada en el campo, pero es virgen, en otras palabras, no es propiedad de nadie aún. En ese caso, la situación se salva, “pagando” por su delito al padre (quien es el dueño de la joven) y casándose con ella. ¿Cómo será estar casada con el violador?

En los tres casos precedentes presentados en Deuteronomio, del Antiguo Testamento, solo hace eco de la más ignominiosa y cruel condición de ser una mujer propiedad del padre cuando aún no tenía la edad de casarse, propiedad del marido cuando se casaba, propiedad del cuñado si quedaba viuda (levirato) o del hijo, si era vieja y no podía tener descendencia.
El impacto de algunas ideas abusivas del judaísmo respecto a la mujer
El judaísmo, junto con el cristianismo, han sido las dos religiones de mayor impacto en la cultura occidental, siendo arquitectos de su cosmovisión. Posteriormente se han anexado otras religiones, pero las leyes, la sociedad y la estructura educativa se han construido sobre las bases de los supuestos legados por estas religiones.

En muchas legislaciones decimonónicas se mantuvo el criterio de considerar a la mujer como propiedad del padre y luego del marido, en ambos casos, como eco de la concepción judaica.

Del mismo modo, históricamente en los países occidentales se ha tendido a minimizar la violación como un delito. Es sintomático que solo en la segunda parte del siglo XX comenzaron a desarrollarse las primeras leyes que condenaban la violación y el estupro como un delito, dando a la mujer un trato digno.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
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Originalmente publicado en Suite 101

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