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Individualidad y pacto

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“El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo” (Friedrich Nietzsche) En 1860, una de las primeras defensoras de los derechos de las mujeres, Elizabeth Cady Staton, afirmó en un discurso en la American Anti-Slavery Society que “hay una clase de matrimonio que aún no se ha intentado, la del contrato entre partes iguales que lleve a una vida de igualdad, con iguales restricciones y privilegios para ambas partes”. Con estas palabras, ya en esa temprana época, esta autora dejaba en evidencia un gran problema en las relaciones matrimoniales, los contratos o matrimonios pactados, habitualmente se hacían en función del varón y no de la mujer. De hecho, muchas autoras sostenían que el matrimonio, tal como estaba concebido, era una institución en la que sólo una parte, el marido, ejercía un poder similar al de esclavista sobre su espos

El mito de la mujer más emocional que el varón


Hay temas donde el énfasis hace perder de vista el verdadero sentido de una información. Cuando se repiten algunos conceptos, así sin más, sin detenerse a analizar las fuentes y sus consecuencias, se termina por señalar ideas que aparentemente son verdad, pero que resultan falsas en su aplicación final.

¿Diferencias emocionales o culturales?

El mito señala sin mayor preámbulo que las mujeres son más emocionalesque los varones. Si esa consigna fuera verdad, entonces, tendríamos que tener menor cantidad de incidencias psicosomáticas en la mujer que en el varón.
Además, si la afirmación tuviera visos de verdad, entonces, probablemente tendríamos que hablar cada vez más de la gran “inestabilidad” emocional de la mujer, la que probablemente, debería ser más propensa al estrés, la angustia, el pánico, la melancolía y la tristeza. Sin embargo, a la hora de los análisis cuantitativos, no hay tal cosa. Los estudios muestran que las mujeres y los varones pueden experimentar con la misma intensidad emociones y sentimientos.
La diferencia está no en el estado emocional, sino en la forma en que varones y mujeres han aprendido a expresar sus emociones (inteligencia emocional). En el constructo social del concepto “varón” y “mujer” se les suele asignar determinadas funciones a uno y otro, y en el mismo patrón cultural, se supone que el comportamiento de uno u otro debe someterse a pautas preestablecidas.

Lo que se espera de varón y mujer respecto a sus emociones

Cada grupo social elabora determinadas pautas de comportamiento para varones y mujeres. Si el asunto fuera un condicionante de tipo genético, ancestralmente los dos sexos deberían tener comportamientos similares independientemente de la geografía y del momento histórico. Lo real es que en determinas épocas de la historia se le ha permitido a los varones un comportamiento más “emocional” y en algunos lugares, no es mal visto la expresión de emociones, independiente de que sea un hombre o una mujer.
La tendencia en occidente, con variantes entre un país y otro, es creer que los varones deben esconder sus emociones y las mujeres expresarlas. Si un varón llora en público se lo considera débil, si lo mismo hace una mujer, entonces, es visto como normal de acuerdo a su género.
La mujer es asociada a la maternidad y el varón a la función de proveedor. En dicho contexto, es dable creer que el hombre debe ser “fuerte” para traer la comida a casa (viejo ancestro cavernícola de la conciencia colectiva), y la mujer se le permite ser más “débil”, por la crianza y la dirección de los más pequeños.

El aprendizaje de la expresión emocional

La realidad es que tanto los hombres como las mujeres aprenden a expresar y a reprimir sus emociones. Si a un varón se le dice desde pequeño que “los hombres no lloran”, es lógico que cada vez que tenga la intención de llorar, reprima la emoción y actúe de acuerdo a la expectativa social asignada. Por el contrario, si se espera que la mujer sea “llorona” porque es parte de su naturaleza, entonces, no tendrá tapujos para responder emocionalmente de esa manera, aún cuando pueda de esa forma aprender a manipular, controlar o simplemente, exagerar.

Los riesgos del mito

Todo mito tiene la capacidad de generar determinadas ideas que terminan por ser peligrosas en el vivir cotidiano. Entre los hombres abundan las enfermedades psicosomáticas asociadas a la represión de emociones. Cefaleas, úlceras, gastritis, colon irritado, asmas, y alergias, en muchos son producto de la somatización por emociones no expresadas de manera adecuada.
Todo esto lleva a cuadros de irritabilidad, depresión, angustia, violencia y reacciones extremas, en personas que no han aprendido cómo vivir la emoción, y en algún momento explotan de maneras inadecuadas.

Educar la vida emocional

La mujer no es más emocional que el varón, solo aprendió a vivir su vida emocional de una manera más natural, lo mismo que podría suceder con los hombres si desde la infancia no se le enseñara a reprimir las emociones sino a expresarlas de manera sana y natural.
Llorar no es de varones ni de mujeres, sino una capacidad humana normal que sirve para expresar tristeza, y en muchos casos, también alegría. Estar triste no es señal de “debilidad”, sino una respuesta humana a situaciones límites que escapan a la capacidad de un individuo.
Es preciso educar para no anular las emociones, sino para canalizarlas de manera adecuada. En eso, los padres y los educadores, juegan un papel fundamental para ayudar a los niños y niñas a vivir su vida emocional de una manera más constructiva.
Es probable que los mitos nunca cambien totalmente, pero al menos, una parte de la sociedad pueda comenzar a trabajar de una manera más sana al aprender a canalizar adecuadamente sus emociones.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Se prohíbe la reproducción total o parcial del presente 
artículo sin la autorización expresa del autor.
Originalmente publicado en Suite 101

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