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Individualidad y pacto

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“El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo” (Friedrich Nietzsche) En 1860, una de las primeras defensoras de los derechos de las mujeres, Elizabeth Cady Staton, afirmó en un discurso en la American Anti-Slavery Society que “hay una clase de matrimonio que aún no se ha intentado, la del contrato entre partes iguales que lleve a una vida de igualdad, con iguales restricciones y privilegios para ambas partes”. Con estas palabras, ya en esa temprana época, esta autora dejaba en evidencia un gran problema en las relaciones matrimoniales, los contratos o matrimonios pactados, habitualmente se hacían en función del varón y no de la mujer. De hecho, muchas autoras sostenían que el matrimonio, tal como estaba concebido, era una institución en la que sólo una parte, el marido, ejercía un poder similar al de esclavista sobre su espos

El mito del agresor doméstico como enfermo



En muchos artículos de divulgación, o en foros que suelen hablar del problema de la violencia doméstica, es común calificar a los agresores domésticos como "enfermos".

Sin duda, la agresión es parte de una situación enfermiza. No obstante, es delicado calificar al agresor como un enfermo, por varias razones:

Si se califica al agresor como enfermo, se le quita responsabilidad. En otras palabras, su conducta es atribuida a una situación que el individuo no controlaría.
Eso implica que el agresor está libre de consecuencia penal o liberado de sanciones sociales.
La realidad es que los agresores domésticos son selectivos. Sólo agreden a algunas personas y con el resto son pacíficos, señal de que el problema no es una enfermedad, sino una elección.

Tal como dice el Dr. Salvador Jimenez, analizando el mito de que los agresores lo son por estres: "Si el estrés es causa de violencia doméstica, los maltratadores agredirían a sus jefes y compañeros de trabajo, en lugar de a sus esposas. La violencia doméstica florece porque la sociedad perdona el abuso y porque el agresor aprende que puede conseguir lo que quiere mediante el uso de la fuerza, sin hacer frente a consecuencias serias".

El riesgo de un mito

Un mito es un concepto falso pero persuasivo, lo que lo convierte en potencialmente peligroso.

Cuando alguien cree en un mito, sin darse el trabajo de examinarlo con cuidado, entonces, su percepción de la realidad estará mediatizada por dicha idea equívoca. Tenderá a valorar su vida y las relaciones interpersonales, en base a la idea que tiene.

En el caso de la violencia doméstica, la presencia del mito conduce a que las víctimas no salgan del problema o que los espectadores no intervengan como es correcto.

En muchos sentidos, el considerar al agresor como enfermo, produce que la gente alrededor del problema no intente parar la situación a tiempo.

Qué tal si es verdad el mito

Si el mito fuera real, y verdaderamente el agresor es una persona enferma psiquiátrica y emocionalmente, lo que corresponde, por precaución y sentido común, es alejar a la víctima de su victimario. Ponerla en resguardo y al agresor dejarlo bajo supervisión médica o competente.

Sin embargo, en este punto a menudo se vive una incongruencia. Si realmente las personas estuvieran convencidas que una persona está enferma, que tiene un problema psiquiátrico y que dicha situación tiene el potencial de convertirse en peligrosa y destructiva, entonces, lo sacarían del medio de la situación. No obstante, no es lo que sucede a menudo.

Muchas veces se actúa como si el problema de la "enfermedad" fuera incurable y no hay nada que hacer. Incluso algunas personas tienen la tendencia a "convencer" a las víctimas de que deben ayudar y comprender al agresor.

La realidad del mito

La mayoría de los estudios sobre violencia doméstica confirma que los agresores son personas normales, que optan por una conducta destructiva. Varones o mujeres que agreden, lo hacen por elección.

Las razones de dicha actitud pueden ser variadas:

  • Narcisismo. Que los lleva a actuar como si todo debiera girar en torno a ellos, desconociendo las necesidades físicas y emocionales de otros.
  • Aprendizaje. Ser parte de un entorno familiar donde la agresión fue parte normal de la actuación y haber aprendido dichas conductas como si fueran parte de lo cotidiano.
  • Volubilidad emocional. Incapacidad de controlar las emociones y permitir que ellas lo controlen, por ejemplo, la ira.
  • Sexismo. En el caso de muchos varones agresores, que consideran que las mujeres están al servicio de lo masculino y tienden a querer lograr dicho propósito a como de lugar.
  • Poder. En realidad por abuso de poder. Varones agresores de mujeres; madres abusadoras de hijos; hermanos que abusan de otros hermanos; etc. El factor común es siempre el poder y el querer mantenerlo a toda costa en la relación.
Un insulto a los verdaderamente enfermos

Miles de enfermos psiquiátricos o con trastornos de la personalidad o con conflictos serios de interacción interpersonal, no son violentos.

Si la constante fuera que los enfermos actuaran con violencia, entonces, sería previsible que dicha actuación sea causada por la enfermedad. La realidad es otra. Es un insulto para quienes padecen de algún trastorno psiquiátrico o psicológico, suponer que son violentos por definición, cuando la realidad muestra otra cosa.

La violencia es una elección

La violencia es una opción. Se elige violentar. Un varón que maltrata a una mujer, lo hace exclusivamente por haber optado por una conducta destructiva. Una madre que violenta a un hijo, lo hace por haber elegido dicho camino, pudiendo optar por otro.

Suponer que un agresor o agresora doméstica están enfermos, es una razón por la cual muchos no logran ni ser ayudados, ni salir del ciclo peligroso de la violencia.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Se prohíbe la reproducción total o parcial del presente 
artículo sin la autorización expresa del autor.
Originalmente publicado en Suite 101

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