Existe una relación directa entre el
Síndrome de Peter Pan, es decir, el negarse a crecer, y el machismo. El síndrome supone "
falta de madurez o inmadurez personal".
El
machismo, en su forma tradicional, es simplemente otra cara del infantilismo descrito en la literatura especializada. Se caracteriza por una compleja y variada manera de interactuar con otros, no sólo con las mujeres, sino también con otros varones.
Falta de compromiso
Muchas varones actúan como si fueran personas adultas, cuando en la realidad cotidiana, especialmente en la relación con las mujeres de su entorno, se comportan como niños malcriados. No están contentos a menos que se haga lo que ellos sostienen, sin mediar argumento alguno.
El infantilismo supone que la persona no es capaz de aceptar un no como respuesta, y por lo tanto, actúa como si el mundo debiera girar en torno a sus necesidades y deseos. Esto promueve la falta de compromiso con las necesidades de los demás.
Un machista típico no tiene ningún compromiso con su pareja o con las mujeres de su entorno, paradojalmente sí se compromete con otros varones, causando extrañeza y frustración en las mujeres con las cuales se relaciona.
Refugio maternal crónico
La madre es el factor clave en la comprensión de la mentalidad machista. En cada mujer con la que interactúan ven a una madre potencial que los cuidará y atenderá sus necesidades. Es infantilismo maternal crónico.
Muchas mujeres permiten dicha actitud, precisamente porque de alguna forma también provee alimento a una actitud desequilibrada: madres crónicas, incapaces de tratar a un varón como si fuera un igual.
Sergio Sinay, en su libro
La masculinidad tóxica (Buenos Aires: Ediciones B, 2006), analizando este problema sostiene que: "
La causante de la mayor parte de nuestros problemas no es la mujer que está en nuestra cama o en nuestra sala de reuniones, sino LA MUJER que está en nuestra mente". En otras palabras, la imagen condicionante que impide a los varones ver en la mujer una relación paritaria, sino donde prima una relación madre-hijo.
Sinay agrega lo que parece obvio, pero que en la práctica muchos varones machistas simplemente desconocen: "Sólo se puede amar cuando se reconoce la singularidad, la cualidad única e irrepetible, de la otra persona. Para eso hay que verla, honrarla como sujeto, escucharla".
Madres crónicas que infantilizan
En una cultura machista la otra cara de la moneda son
las mujeres que permiten y avalan dicha conducta, porque en muchos sentidos, les da un sentido de vida en un contexto donde no son tratadas como iguales. Las
Wendy del cuento.
Sinay menciona algunas de las frases que suenan en conversaciones de mujeres:
- "El mío es muy desordenado".
- "El mío es insoportable cuando está enfermo y tiene que quedarse en cama".
- "El mío es capaz de no hablar con nadie en todo el día porque perdió en el fútbol".
- "El mío, si no le preparo el plato que a él le gusta, no come".
- "El mío se va con los amigos y se olvida, lo espero con el corazón en la boca y cuando vuelve y me ve así, me miente".
Si alguien distraído escucha lo más probable es que suponga que están hablando de sus hijos, pero no, en muchas ocasiones utilizan estas frases para referirse a sus maridos o compañeros sentimentales.
Es por eso que muchas mujeres claman: "Quiero que mi marido sea mi marido no un hijo más".
Una mujer que actúa de manera machista eterniza el infantilismo de los varones con los que interactúa: padres, hijos, hermanos, esposos, compañeros y amigos.
Paridad emocional
El infantilismo machista supone que la mujer con la que se vincula -madre, hija, hermana, esposa, compañera- debe hacerse cargo de sus estados emocionales. Exigen: Comprensión, atención y empatía, no obstante, no están dispuestos a dar lo mismo a cambio, al contrario, suelen estigmatizar o estereotipar la emoción femenina y sobredimensionar la propia.
Nuevamente Sinay señala que "para comprometerse en un vínculo adulto con una mujer, con intimidad, confianza, erotismo, integración, un hombre necesita construir una masculinidad adulta, de raíces emocionales propias y profundas".
Sin paridad emocional no es posible construir relaciones adultas. Un varón que no caiga en el infantilismo machista se hará cargo de sus estados emocionales, los asumirá sin ocultarlos y no pretenderá que el mundo gire en torno a su situación emocional. Del mismo modo, entenderá que la mujer que exprese emoción lo hace por ser una persona normal, y no por ser mujer como dicta el estereotipo.
Conclusión
El machismo propicia el infantilismo de los varones que no asumen que una persona adulta debe ser independiente y aprender a enfrentar sus conflictos personales de una manera equilibrada y ponderada. Cuando eso no ocurre la relación se torna en utilitarista y la mujer se convierte en la madre eterna de varones-niños o adultos-niños.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Se prohíbe la reproducción total o parcial del presente
artículo sin la autorización expresa del autor.
Originalmente publicado en Suite 101
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