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Individualidad y pacto

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“El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo” (Friedrich Nietzsche) En 1860, una de las primeras defensoras de los derechos de las mujeres, Elizabeth Cady Staton, afirmó en un discurso en la American Anti-Slavery Society que “hay una clase de matrimonio que aún no se ha intentado, la del contrato entre partes iguales que lleve a una vida de igualdad, con iguales restricciones y privilegios para ambas partes”. Con estas palabras, ya en esa temprana época, esta autora dejaba en evidencia un gran problema en las relaciones matrimoniales, los contratos o matrimonios pactados, habitualmente se hacían en función del varón y no de la mujer. De hecho, muchas autoras sostenían que el matrimonio, tal como estaba concebido, era una institución en la que sólo una parte, el marido, ejercía un poder similar al de esclavista sobre su espos

Reacciones de los niños frente a la muerte



Nadie está preparado para la muerte de un ser querido, menos los niños, que ante esta situación se siente confundidos y perplejos, de allí la importancia de que los adultos entiendan sus reacciones.

Los niños y la muerte de un ser querido

  • Juan, de 6 años, perdió a su hermano mayor. La familia se concentró en su dolor y Juan quedó de lado, no por falta de amor, sino porque estaban tan conmocionados que no entendieron la importancia de su otro hijo era. En muchos sentidos, minimizaron su dolor. Después de varias semanas, Juan, un niño vivaz y extrovertido se ha convertido en alguien silencioso y que llora continuamente.
  • Rosita tiene 7 años. Su hermana menor murió en un accidente en la piscina. Un día de paseo se convirtió en pesadilla. Sus padres se ocuparon de su otro hijo menor, y pensaron que como Rosita era mayor podría vivir la situación de una manera más madura. A pocos días del incidente Rosita ha desarrollado un miedo patológico al agua, no se acerca a una piscina. Sus padres lo interpretan como una “niña que quiere llamar la atención”, sin entender el proceso que su hija vive.
  • Alexander perdió a su padre de un día para otro. Él salió a trabajar y tuvo un ataque cardiaco fulminante que lo envió al hospital, la misma tarde había fallecido. Alexander de 11 años no pudo verlo porque le dijeron que los niños no deberían estar en un hospital. Al pasar los días comenzó a sentirse culpable, esa mañana en el desayuno había recibido una reprimenda de su padre por una calificación que había obtenido el día anterior. De alguna forma comenzó a creer que él fue el causante de la muerte de su padre.
Los niños y sus reacciones ante la muerte

Sin duda estas reacciones no son racionales, eso es normal, especialmente en niños que no pueden verbalizar lo que les ocurre o infantes cuya capacidad cognitiva les impide entender con claridad algo que hasta los adultos les cuesta manejar.

Los padres y los adultos responsables deberían estar precavidos, sin embargo, están tan afectados por el dolor que les cuesta reaccionar frente a la situación. Simplemente actúan como si los niños no pudieran sentir lo que ellos como adultos internalizan, la realidad es muy diferente. Los niños reaccionan de la manera en que pueden, que generalmente es con conductas que pueden fácilmente se catalogadas como “inconductas”, “indisciplina”, “capricho”, etc., cuando no es más que una reacción infantil a algo que lo supera.
Reacciones infantiles posibles ante la pérdida de un ser querido
Norberto García, en su libro Cuando un ser querido se va (México: Editores Mexicanos Unidos, 2009), señala algunas de las reacciones infantiles a la muerte y ante las cuales los adultos deben estar atentos:

  • Conmoción. Que se expresa en una sensación de desasosiego en el niño por lo ocurrido.
  • Llanto. Lloran sin causa aparente y la razón es entender que nunca más verán a su ser querido.
  • Enojo. A veces incluso contra el ser querido que ha muerto, porque se fue sin despedirse o porque no estará más.
  • Tristeza. Que no necesariamente se expresa y puede derivar en depresión.
  • Pesadillas y pánico nocturno. Especialmente si ha habido un fuerte apego con el ser querido.
  • Soledad. Cuando la persona que ha fallecido era parte de su marco de seguridad o acompañamiento.
  • Inapetencia. Pierde el deseo de comer y no por el tipo de comida, sino porque es una forma de expresión de dolor.
  • Miedo. Especialmente porque no entiende lo que ocurre, porque no verá más a su ser querido, o si ha ocurrido la muerte de manera trágica.
  • Cambios en su comportamiento escolar. Esto se expresa en rebeldía, problemas con autoestima, bajo rendimiento académico, desconcentración, entre otros.
  • Frustración. En especial porque no puede hacer las cosas que hacía antes.



  • Irritabilidad. Enojo impredecible, especialmente cuando no salen las cosas como espera o como una reacción a las personas adultas que lo mandan o intentan disciplinarlo.
  • Curiosidad. No es extraño que comiencen a indagar sobre la muerte, sobre las circunstancias en que murió la persona querida, etc.
  • Confusión. Mientras más pequeño, más confusión, porque le es difícil digerir lo que ocurre. ¿A dónde va la persona querida? ¿Por qué está en un cajón? ¿Qué le pasa después?, y otras similares.
  • Comportamiento destructivo. Romper, tirar, golpear y aún golpearse.
  • Retraimiento. Ausente, aislado, silencioso.
  • Culpa. Por haber hecho algo que hubiera "ocasionado" la muerte o por no estar presente para impedirla.
  • Negación. No querer aceptar que el ser querido está muerto.
Actuar a tiempo

Lo mejor que se puede hacer cuando alguien muere y hay niños, es pedirle a un profesional de la salud mental que guíe el proceso de duelo, especialmente con los menores, para no cometer errores. Prevenir es fundamental.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Se prohíbe la reproducción total o parcial del presente 
artículo sin la autorización expresa del autor.
Originalmente publicado en Suite 101

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